Ago
15
Nos despertamos con otro asesinato machista, hoy en Móstoles. Aún no sé que van a recoger los titulares pero éste, el de la foto, es de hace unos días. Y al leerlo, a una no le queda otra que empezar el día enervándose. Es indignante toparse con la “pasividad” del verbo “morir” para referirse al asesinato de otra mujer, ya sólo falta que el verbo se utilice también en su versión reflexiva, “morirse”. Seguimos, literalmente, perdonándole la vida al machismo.
Pareciera que se murió así, porque sí. Como si entre la vida y la muerte no hubiese pasado nada, si acaso “unas manos”. Pero no, lo que pasó es un puñal que le rasgó la piel, atravesó su cuerpo, paró su organismo y le arrancó la vida, con tan sólo 25 años.
A Verónica, a Sara, a Mª Carmen, a Yolanda y a Ana Mª, a todas… antes de morirse, las mataron y antes de matarlas, sin lugar a dudas, como a la grandísima mayoría de nosotras, las discriminaron. Es indignante ver cómo, a pesar de lo dramático del asunto, esta sociedad sigue pasando de puntillas por una misoginia que nos impide avanzar más rápido y hacer, cuanto antes, de ésta una sociedad más igualitaria.
Los datos hablan por sí solos: SEIS mujeres asesinadas en menos de un mes, TREINTA Y SEIS en lo que va de año y MIL TRESCIENTAS TRES mujeres asesinadas en nuestro país desde el año 1995. Es evidente que hay que seguir removiendo conciencias, denunciando cada caso y peleando porque la violencia machista, mientras no cese, siga siendo noticia. Cada mujer asesinada ha de sentirse como un grito de desesperación que pide la ayuda de todos y cada uno de nosotros.
Pero además de mantener en nuestra memoria la foto fija de cada tragedia, también hay que profundizar en los motivos que llevan a ella, y me refiero a los motivos colectivos, los que más pesan, esos tics y conductas arraigadas socialmente, que terminan reflejándose en cada espacio particular, en cada hogar, en cada centro de trabajo, en cada aula…
Mientras sigamos resistiéndonos a atajar este mal desde todos los flancos, la violencia en todas sus formas se seguirá colando por cada rendija, por cada poro de esta sociedad sin que casi nos percatemos.
No estamos preparados para identificar cada pequeña señal de alerta. Y lo peor, no estamos dispuestos a prepararnos. Para que cese este horror hay que acabar con cada decisión discriminatoria, con cada acto injusto y con cada micromachismo persistente.
Salvando las distancias, con los crímenes machistas ocurre lo mismo que con el resto de discriminaciones por razón de sexo: de los prolegómenos ni hablamos. Si tomamos como ejemplo la desigual distribución de la riqueza entre sexos o la feminización de la pobreza, prestamos atención a lo global, pero dejamos escapar el día a día. Nos puede resultar escandaloso el hecho de que nosotras lleguemos al final de nuestras vidas laborales con unas pensiones un 31% de media inferior a las de nuestros compañeros… pero ¿estamos dispuestos como clase social que somos, los unos y las otras, a profundizar en los motivos de esa menor cotización a la seguridad social durante nuestra trayectoria profesional?
¿Estamos dispuestos como sociedad a sacar la lupa y a reconocer que SÍ se da la tan cuestionada discriminación salarial? ¿Las intermitentes salidas y entradas del mercado laboral para soportar (nosotras) la conciliación? Y muy importante ¿estamos dispuestos como sujetos políticos a poner remedio a, por ejemplo, el llamado “techo de cristal” –también en los partidos-?
No morimos, nos matan. Y no renunciamos, nos excluyen.
El colmo de todo es que si una se pone a pensar en las distintas opciones para una solución futura, la cosa no pinta nada bien. De la derecha ni hablamos, ya sabemos lo que piensan sobre subvencionar escuelas que segregan por sexo sus aulas, sobre nuestra autonomía en relación con nuestras decisiones sexuales y/o reproductivas, sobre la propia violencia machista… De ellos ya lo sabemos todo y nada esperamos.
Pero, ¿y de la “nueva izquierda” que viene? Esa que por lo visto va ser la hostia (con perdón) de revolucionaria en todos los sentidos –menos, al parecer, en el feminista-. Es y será una izquierda masculinizada cuyos cambios vendrán de la mano de una nueva generación patriarcal que se llama Pedro Sánchez en el PSOE, Alberto Garzón en Izquierda Unida, Pablo Iglesias en Podemos y Juan López de Uralde en EQUO. Sin comentarios.
¿“Podemos” transformar la sociedad en un espacio (como dicen todos ellos) más participativo, más democrático, más igualitario… y todo eso que suena tan bien, dejando a las mujeres otra vez al margen? Porque hacer política sin nosotras es hacer una política sesgada, discriminatoria, poco participativa y excluyente.
Pero cuando la evidencia nos sonroje, siempre “podemos” echar mano de una de esas “mujeres precocinadas” en el fogón de alguno de esos maravillosos “Chefs políticos”…esas que se prestan al varonil juego y abandonan la lucha por la igualdad entre géneros.
Y mañana, seguiremos siendo nosotras esas que “morimos” así, como quien no quiere la cosa.
APL
15 de agosto, 2014
Sólo una apreciación, estoy de acuerdo con el artículo pero militante de Izquierda Unida no sólo está la figura relevante de Alberto Garzón sino también la de Marina Albiol, portavoz del grupo Izquierda Plural en el Parlamento Europeo, además hay más compañeras en puestos de responsabilidad aunque sí que es cierto que hasta ahora ninguna de ellas han asumido el puesto de coordinadoras, sin duda es una asignatura pendiente que tenemos y que a mí como mujer y militante me molesta. Aun así, creo que no se puede comparar la figura de Alberto Garzón con la de Pedro Sánchez, por ejemplo. Ambos son hombres, es cierto pero el nivel de concienciación feminista que tiene el primero no es comparable al que tiene el segundo.
Claro que no se puede comparar a Pedro Sánchez con Alberto Garzón. Son personas completamente distintas…
Y si hay un partido que cree en la igualdad, es el PSOE: ley de igualdad, ley de salud sexual y reproductiva, ley contra la violencia de género… Esto no se.puede negar
El PSOE cree en la Igualdad? Jajajajaja, dios santo, perdona que me ría por no llorar. En Andalucía nos tiramos tres años para conseguir que admitieran y aprobaran una ley antidiscriminación de personas transexuales. Y la ley estatal que aprobaron en 2007 para que las personas transexuales pudieran cambiar su sexo y nombre en el registro civil, además de vulnerar varios derechos humanos, se consiguió después de varios años y de que finalmente varias activistas tuvieran que ponerse en huelga de hambre. Un partido que «recorta» las leyes que ayudan a los colectivos a tener acceso a los derechos humanos más básicos, y al que hay que presionar y presionar y presionar para que al menos admita y apruebe esas mierdileyes recortadas, no es un partido que crea en la Igualdad. Es un partido populista que sabe que los votantes conservadores votarán a la derecha y tienen que tomar medidas progresistas para conseguir votantes, pero medidas progresistas que importen a los suficientes votantes. Si la medida es necesaria pero no es popular, los oprimidos que se sigan jodiendo, porque ayudarlos no me va a dar votantes.