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Ago
12

Un país de quita y pon

Hace unos días confirmamos -porque saber lo sabíamos hace tiempo- eso que sospechábamos desde el pasado 20 de noviembre. Que muchas cosas iban a cambiar dramáticamente a peor. Entre ellas, uno de los puntos estratégicos para cualquier político medio inteligente, los medios de comunicación.

El despido de Ana Pastor de Los Desayunos de RTVA era “la crónica de una muerte anunciada” y, como tal, la repercusión mediática del cese ha sobrepasado las fronteras de nuestro país, para mayor vergüenza de sus habitantes, que no andamos faltos precisamente de paseos vergonzosos por el mundo mundial en forma de jefe de estado, de gobierno, ministros, ministras y de peña variopinta.

Bien cierto es que la víctima no es sólo ella, sino muchos otros profesionales que van cayendo en un “golpe de efecto” como este o en el goteo diario. Pero también es cierto que tiene que haber un icono que simbolice, una foto que capture el momento, un ejemplo que sirva para comprender, una fórmula que sirva para explicar. Lo positivo y lo negativo. Y así se hace la historia.

En este caso la periodista Ana Pastor ha sido un referente para muchas personas, porque, con todos mis respetos, no todas, nos sentimos identificadas con un “asaltasupermercados” en la versión rústica y antiestética de Robin Hood de los bosques. Lo siento. Pero también en esto me resisto a volver a las cavernas. Sí, tiene que haber de todo y para todos los públicos. Pero ¿tiene menos valor la palabra que un acto violento? ¿vale menos hacer correr el verbo, promover opiniones, desvelar información y poner en tenguerengue a personajes públicos como Zapatero, Cospedal o el mismísimo Mahmud Ahmadineyad? No es fácil ser capaz de sobrevolar ideologías y posarse siempre sobre la pregunta exacta, esa cuya respuesta esperábamos impacientes al otro lado de la pantalla. Algunos no serían capaces ni por asomo.

Insisto, a muchos les hubiera gustado, o cuánto menos les habría encajado mejor, que Ana Pastor fuese la guapa tonta, la enchufada o la mujer florero. Pero resulta que su labor y la de su equipo –que en eso también tendrá algo que ver ella misma- ha sido profesionalmente incuestionable, además de un referente para muchas mujeres jóvenes que estamos cansadas de tópicos, de discriminaciones y de macro-micro-machismos que no nos dejan alzar el cuello y asomarnos a la ventana. Mujeres muy formadas que permanecen condenadas al mundo subterráneo.

Y es que cada día tengo más claro que España es un país de quita y pon. Un país que dejó olvidado el consenso en la época de la transición. Hoy llego yo y pongo a “tal”, mañana vienes tú, quitas a “tal” y pones a “cual”… y así vamos, de mal a peor. Principalmente porque no sólo se queda todo en poner o quitar personas y cargos sino en hacer y deshacer, en avanzar y retroceder, en caminar y repentinamente dar un quiebro, pegar la vuelta y retroceder.

De esta manera, y con los ritmos vertiginosos que imperan últimamente, pasamos de ser un país de izquierdas y progresista a convertirnos en ultraderechistas conservadores para mayor gloria de la iglesia, y eso en tan sólo nueve meses. Todo ello aparcando la democracia a un lado, o cuanto menos, usando una democracia muy particular.

Y es que hablar de democracia, por mucho que el Partido Popular se empeñe, no es gobernar tras un proceso electoral. No todo vale. Las mayorías absolutas no son lo mismo que las absolutistas.

Por otro lado, por mucho que esté de moda la horizontalidad, en la que por cierto, yo también me siento más cómoda, y en la que intuyo las mujeres tenemos más oportunidades, el pueblo, las personas, necesitamos organizarnos para gestionar el país, de manera que esta gestión revierta en beneficios, bienestar social y riqueza para sus habitantes.

La mejor manera, entiendo, de hacerlo es delegar la confianza en forma de voto a una representación llamada política. Pero ocurre que también en esto nos encontramos con el pillaje y la picaresca, porque dicen que quien hace la ley, hace la trampa.

Pretender aprovechar el voto de la ciudadanía para retroceder a un modelo caduco es simplemente condenar a un país a renunciar a décadas de historia. A años de esfuerzo, de progreso y de modernización. Para todos: derecha, izquierda y centro -si es que ésta última opción existe- 


Pretender arrebatar a las mujeres una libertad ganada más que a pulso, intentar expulsar a personas extranjeras de la tierra que pisamos y que es de todos, condenar la homosexualidad, robar mediante impuestos inmorales el sudor de la clase trabajadora, desintegrar socialmente a los parados… y tanto, tantísimo para lo que han dado estos meses, es cierto, es un golpe de estado con mayúsculas y sin duda alguna.

Pero ojo! Porque entre tanto descontento y desafección, el populismo, puede alcanzar cotas insospechadas. Y no olvidemos que éste es la antesala del fascismo.

Cuidado porque a menudo el que más grita, berrea o se rasga las vestiduras no es el que más siente o sufre. A veces es más fácil pegar un empujón que hablar. Y quién finalmente sale ganando no es ni el que recibe ni el que da, sino un tercero que, con guante blanco y sin rostro, promueve la conflictividad frotándose las manos en un despacho de caoba.

Sé que cabe pensar que, si ni una cosa, ni la otra dan resultado, el callejón sin salida de la desesperación sea la única opción. Pero insisto en valores como el diálogo, el pacifismo, la empatía y tantas otras cosas que me niego a dejar en el camino.

Ciertamente pienso que algo, por no decir mucho, ha dejado de funcionar: se llama democracia y merece una revisión. Quizás hemos creado leyes, estatutos, documentos, cartas, directivas…dentro y fuera de los órganos de poder que no han sido repasados durante demasiado tiempo. Letras estancas que necesitan movimiento y nuevos planteamientos que les den vida y las hagan eficientes al servicio de la gente.

Quizás sean tiempos de exponer ciertos «tochos» en vitrinas para no olvidarlos y que sean las reliquias que, aligeradas, den paso a nuevas normas convivencia. Tal vez éstas ni tan siquiera necesiten del “formato papel”.

Introducir nuevas herramientas que nos sirvan a “los de abajo” para hacer llegar a “los de arriba” el desacuerdo en forma de referéndum, por ejemplo, es algo imprescindible. Estoy convencida además de que internet y las redes sociales han llegado para facilitar esto, hemos tenido recientes pruebas de ello en forma de «hashtags» y «trending topics». Para eso sí creo que han llegado las redes sociales, no para erigir nuevos liderazgos cavernícolas.


La izquierda progresista de este país luchó por unas normas pacíficas de convivencia, en un intento de protección a la ciudadanía probablemente trabajó muchísimo por trasladarlas al papel. Ocurre que al terminar y echarse a descansar, confiados en que la tarea estaba finalizada, otros, que nunca estuvieron del todo conforme, fueron removiendo y removiendo, buscando otros caminos para conseguir llevar al pueblo de la mano (voto) hacia los comienzos, despistándolos por senderos distintos. Toca volver al duro trabajo antes de que llegue la sangre al río.
Ni como mujer, ni como sindicalista estoy dispuesta a que
hacer sindicato se convierta en dar “empujones” que no sean “pacíficos”.
APL
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6 comentarios sobre “Un país de quita y pon

  1. la violencia solo genera eso, VIOLENCIA .
    para algunos es muy facil inducir a ello ya que están protegidos por ser politicos, el dialogo no le sirve porque no dice más que chorradas hasta en su investidura.

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