Se nos asignó “por decreto”, así se decidió. Para nosotras: las tareas del hogar, la cocina, la limpieza, la compra, el cuidado de los mayores, los hijos, las hijas, las personas con alguna discapacidad… lo que tocase, o como decían nuestras abuelas, “cualquier desgracia que Dios nos mandara”. Y así empezó todo por el módico precio de cero, o mejor dicho, de la satisfacción personal que debía sentir…