A estas alturas todo se ha leído, hablado, dicho, oído, reconocido y homenajeado sobre Chavela. Todo, y es poco.
Repasar la vida Chavela me ha llevado a una reflexión que quiero compartir y que, una vez más, está relacionada con la perspectiva de género y la visibilidad de la mujer. Algo tan complicado todavía en esta sociedad del siglo veintiuno que parece haber tomado el camino de retorno al medievo.
Muchas han sido las
mujeres que han hecho historia desde el mundo de la cultura, el científico, el político, el social…en realidad, desde todos los ámbitos
habidos y por haber.Pero, en la gran mayoría de los casos,
poco, escaso o ridículo ha sido el reconocimiento de su prestigio y de sus aportaciones al mundo. Porque, ya lo sabemos, el prestigio es, como decía el famoso anuncio de «Soberano», «cosa de hombres».Me pregunto
¿cuántas mujeres han pasado por la vida, dejándose, eso, la vida en ella, por unos ideales, por una lucha, por unas creencias, por unos avances…y ni siquiera las conocemos?. O peor aún,
¿cuántos de esos hombres “prestigiados”, con objetivos cumplidos, metas alcanzadas, descubrimientos hallados… se los robaron a ellas, mujeres denostadas en el olvido, robadas de ideas y de planteamientos que luego ellos rentabilizaron en su persona para convertirse en todo un “referente”?
Como corren tiempos de pesimismo impuesto, prefiero ser optimista libre y analizar la cara positiva. Al menos esto siempre te anima a seguir adelante. Y sí, existen mujeres cuya labor, trayectoria y conquistas han sido públicamente reconocidas, eso sí, casi siempre a título póstumo.
Y ese es mi particular homenaje a Chavela Vargas. Mi reconocimiento a una mujer que fue Chavela en vida y no en muerte. Su muerte solo ha venido a recordarnos y a reforzar, más aún si cabe, esa fuerza puesta en la vida.
No debió ser fácil, nosotras sabemos de esto. Porque a mayor visibilidad mayores se vuelven las agresiones -más o menos camufladas- de ellos, y de ellas también. Quizás el secreto del éxito para ella fue “pasarse de rosca” y descolocar al mundo.
Arrastró dificultades a lo largo de su trayectoria vital. Tantas como coraje. Echó tremendo pulso a lo minúsculo. Mujer de maneras viriles, voz ronca, apetencias y costumbres de hombre.
No debió ser fácil en los cuarenta ser una “marimacho” o una “maricona” como algunos la increpaban. De la misma manera que no debió ser fácil ser lesbiana, alcohólica, fumadora empedernida y casi pistolera (cuentan que iba armada). Mucho menos, ser todo ello a la vez.
Por eso, pasar de cantar en las calles a cambio de unas monedas a ser un icono mundial, pasar de que tu país -no de origen pero si de corazón- te prohíba actuaciones en TV o teatros públicos, a que el Gobierno de la Ciudad de México te rinda homenaje y te nombre ciudadana distinguida, y pasar de ser insultada por la gente de a pie a codearse con distinguidos personajes del mundo de la cultura en distintos puntos del globo, todo eso, esconde, sin duda, algún secreto. Quizás fue ese, insisto, Chavela siempre se pasó de rosca. Debieron ser muchas batallas o guerras las ganadas a la vida. Cuánta razón esconden sus palabras «piensa en mí cuando sufras, cuando llores, también piensa en mí».
“Pienso que sí me eternizaré. Pasará el tiempo y hablarán de mí una tarde en Buenos Aires. Cuando un día empiece a llover, les saldrá una lágrima, será una chavelacita muy chiquitita.”
APL
9 de agosto, 2012
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A propósito de lo que mencionas de «hombres prestigiados», el caso de Mileva Maric es paradigmático: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=12163