Por primera vez he disfrutado la noche de San Juan en un lugar de costa. Algo me habían contado sobre el ambiente que se respiraba a pie de playa en esta verbena cuyo motivo es celebrar la llegada del verano. El ritual consiste en encender hogueras o fuegos. Y la finalidad, según los antiguos, era inyectar más fuerza al sol, que a partir de esos días, iba haciéndose más débil —con motivo del solsticio de invierno que va acortando los días —.
El continente europeo es el lugar donde más generalizada parece estar esta costumbre. No es poco el valor de este detalle. Cuanto menos me pareció anecdótico que en un continente todo va a distintas velocidades, esa noche mágica miles de personas echen a correr a la misma vez hacia el mismo lugar, el mar.
Lo que más misterioso y atractivo me resulta de la noche es el propio significado, lo simbólico del fuego y su función purificadora. Quemar lo viejo, lo anterior e infundir mayor energía a lo que viene, al futuro. Muy prácticos debían ser en la antigüedad.
APL
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