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Oct
22

El cáncer de mama, la dura realidad social más allá de la enfermedad

El cáncer es la segunda causa de muerte entre las mujeres según datos del INE, y el de mama el más letal de todos sus tipos, a la vez que el más común en las mujeres occidentales. Tal como se ha publicado en diversos medios estos días con motivo del Día Mundial contra el Cáncer de Mama, son más de 26.000 las mujeres diagnosticadas al año en nuestro país, la mayoría en edad madura.

Según los expertos cada vez son más los casos diagnosticados y menor la mortalidad que éstos provocan. Este dato, junto a otras realidades como el hecho de que en la actualidad el porcentaje de supervivencia es de entorno a un 85% frente al 70% de hace 30 años, son una puerta a la esperanza. Además en dos tercios de las intervenciones se consigue ya evitar la tan temida mastectomía.

Detrás de este drama, mujeres cuyas perspectivas se ven zarandeadas de la noche a la mañana. Mujeres, en muchos casos solas, frente al que con toda probabilidad será uno de los mayores retos, si no el que más, de sus vidas: enfrentarse a la agresividad de los tratamientos y emprender el duro camino hacia la curación.

Y detrás del enorme esfuerzo de superación diaria que estas afrontan, tantas cosas, literalmente vitales para ellas, en ocasiones invisibles para el resto: grandes profesionales, importantes inversiones para la investigación y nuevos avances médicos como el estudio del genoma para poder aplicar tratamientos personalizados que mejorarán los resultados.

Algo, todo ello, muy a poner en valor en los tiempos que corren en los que los recortes en sanidad y el consiguiente deterioro de la atención médica están causando verdaderos estragos.

Tan importantes como reveladores son los datos que aporta la Organización Mundial de la Salud: si el 70% de las mujeres se sometiese a pruebas preventivas como la mamografía, la mortalidad por cáncer de mama se reduciría aún más, en un 20 ó 30%. Y es que, cuando son vidas humanas lo que está en juego, si hay algo que merezca los mayores esfuerzos por parte de un país, es su sistema sanitario público. Será éste el garante de una población sana y con una calidad de vida óptima. Y para ello son determinantes las políticas que los distintos dirigentes lleven a cabo, pues hay un elemento que no debemos pasar por alto: la igualdad. No podemos olvidar que los dirigentes políticos son quienes ponen en marcha las políticas públicas en cualquier ámbito, quienes priorizan y redistribuyen en gran parte un sistema impositivo en el que todos, en mayor o menor medida, colaboramos. Y por tanto, son principalmente ellos a quienes debemos exigir que estas actuaciones reviertan en toda la población, independientemente del nivel socioeconómico de cada cual.

Cuando hablamos de igualdad, nos referimos, por ejemplo, a que las nuevas terapias que se pondrán en marcha próximamente para una enfermedad que, no olvidemos cada vez cuenta con un mayor número de mujeres diagnosticadas, tienen un coste mínimo mensual de entre 2.000 y 3.000€. Unas cifras que, en cualquiera de los países donde la cobertura sanitaria es privada, solo estarían al alcance de determinadas élites sociales.

Pero no todo acaba aquí. Cuando abandonamos las cifras y los porcentajes, necesarios por otro lado para el estudio y avance en cualquier disciplina, y decidimos acercarnos a la realidad cotidiana que estas mujeres viven, la situación se vuelve más dura y dolorosa.

Cualquier enfermedad, y esta mucho más, no puede abstraerse de un contexto cultural, social, incluso religioso. Se esté más o menos de acuerdo, se tengan que seguir librando mayores o menores batallas para mejorarlo, la realidad es que existen unas pautas marcadas, unas inercias arraigadas y unos estereotipos impuestos a nivel social. Precisamente estos, ni favorecen, ni ubican a la mujer en una situación de igualdad de condiciones.

Pensar que sobre nosotras no pesan las mayores exigencias en muchísimos aspectos, ya sean profesionales, vitales, estéticos… es dar la espalda a una realidad contra la que hay que seguir luchando de manera determinante.

En el caso del cáncer de mama nos encontramos con una enfermedad que invade y afecta a un órgano muy vinculado a la identidad femenina. Esta parte del cuerpo que los imperantes roles machistas han convertido en la diana del cánon estético femenino, a su vez, también es una parte que cumple un papel importantante en la sexualidad de la mujer, por tratarse de una de sus zonas más erógenas.

Las mujeres que se enfrentan a esta enfermedad manifiestan un gran temor y un profundo dolor ante posibles escenarios como la mutilación, el abandono de la pareja, el fracaso de su mundo afectivo y sexual, el progresivo deterioro de la autoestima a medida que los agresivos tratamientos contra la enfermedad avanzan.

Tampoco el ámbito laboral, en caso de tenerlo, es algo menor en estas circunstancias. Si la situación laboral ya es para la mujer una dificultad añadida a sus vidas, un espacio donde la desigualdad campa a sus anchas en forma de techo de cristal, brecha salarial, segregación ocupacional, ausencia de corresponsabilidad, acoso sexual y por razón de sexo… no debería suponer gran esfuerzo imaginarnos lo que supone afrontar este hostil panorama en una situación de vulnerabilidad como la que representa una enfermedad grave.

La simple necesidad de disponer de más largos y más frecuentes permisos, la imprescindible protección y adaptación de las condiciones de trabajo a la salud de las personas en aquellos lugares donde desarrollan su trabajo (algo que se ha resentido bastante durante la crisis), son una quimera en un entorno como el actual en el que las relaciones laborales están tan deterioradas que el simple hecho de solicitar eso, un permiso, puede traducirse en ocasiones en un despido.

Son muchísimas las causas solidarias y las iniciativas que desde ámbitos privados, entidades sin ánimo de lucro e instituciones diversas se ponen en marcha. Desbordantes en su creatividad y en sus originales formatos, bienvenidas todas. Pero sin duda, y por encima de todas ellas, debe estar una, la más importante: una sanidad pública fuerte y robusta.

APL

22 Oct 2016

Réplica de la Venus de Willendorf. Natural History Museum. Viena

Réplica solidaria contra el cáncer de mama de la Venus de Willendorf. Natural History Museum. Viena

 

 

 

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